Con el recuerdo de la semifinal del Mundial-1986 perdida contra la Argentina de Diego Maradona, el mejor resultado alcanzado hasta ahora por los Diablos Rojos, el fútbol belga fue decayendo, tanto a nivel de clubes como de una selección nacional que entre 2002 y 2014 estuvo ausente de dos Mundiales (Alemania-2006 y Sudáfrica-2010) y de las tres Eurocopas (2004, 2008 y 2012).
Los Diablos Rojos llegaron a tocar fondo, cayendo incluso al puesto 71º del ránking FIFA en junio de 2007, el más bajo jamás ocupado por los belgas desde la creación de esta clasificación en 1993, pero desde unos años antes, a comienzos del nuevo milenio, ya se habían comenzado a poner las bases de los éxitos que llegarían más de una década después.
Porque si Bélgica cuenta ahora con algunos de los mejores futbolistas del mundo en su puesto, como los volantes Eden Hazard y Kevin de Bruyne, el delantero Romelu Lukaku o el arquero Thibaut Courtois, es por el trabajo de mejora de las instalaciones y de la formación de los jóvenes talentos que se inició hace casi 20 años.
Cambio en la formación del jugador
"Hubo un trabajo muy serio de la Federación de intentar hacer un proceso muy claro de cómo desarrollar futbolistas en Bélgica y se trazó un camino muy claro de cómo se quería desarrollar al jugador, implicando a las escuelas y a los clubes profesionales, y de qué forma se quería jugar", recordó el actual seleccionador, el español Roberto Martínez, en una entrevista concedida al canal TyC Sports el pasado mes de diciembre, con motivo el sorteo para Rusia-2018.
"Fue un trabajo muy complejo, pero que ha dado sus frutos", añadió Martínez, que ha llevado a los Diablos Rojos a la segunda semifinal mundialista de su historia (tras México-1986) y que de lograr el título se convertiría en el primer seleccionador extranjero en ganar un Mundial.
A comienzos de los años 2000, los responsables del fútbol belga comenzaron a estudiar los sistemas de trabajo de los países vecinos como Francia, Alemania u Holanda y se acordó crear una red de escuelas de fútbol que son auditadas periódicamente de manera que las mejor puntuadas son las que acaparan mayor talento.
Además se reunió a todos los entrenadores y educadores para ofrecer la misma formación, también en lo futbolístico, ya que se decidió abandonar el tradicional sistema de juego 4-4-2 por el 4-3-3 que los vecinos holandeses llevaban aplicando durante tres décadas con grandes resultados y que después Johan Cruyff exportó al Barcelona y también se comenzó a hacer mayor hincapié en el dominio de la pelota, el control del pase, el uno contra uno...
Pekín-2008, primera señal del cambio
Los primeros síntomas de que las cosas podían ir por el buen camino llegaron en los Juegos Olímpicos de Pekín-2008, en los que los Diablos Rojos alcanzaron las semifinales con un equipo en el que ya comenzaban a despuntar Marouane Fellaini, Thomas Vermaelen, Vincent Kompany, Jan Vertonghen o Moussa Dembelé, todos ellos presentes en Rusia.
Poco a poco se irán incorporando otros jóvenes con talento (Witsel, Hazard, De Bruyne, Courtois, Lukaku, Carrasco, Chadli, Meunier, etc) pero el proceso no es sencillo y se salda con dos decepciones en el Mundial-2014 y la Eurocopa-2016, donde llegó a cuartos en ambos torneos.
Sin embargo, el grupo parece haber llegado a Rusia en plena madurez y con capacidad para ofrecer a este pequeño país de poco más de 11 millones de habitantes el primer gran título de su historia.
Gane o no, el proceso no se va a detener tras Rusia-2018 y ya hay otra generación (con jugadores como Michy Batshuayi, Adnan Januzaj o Youri Tielemans) que pide paso.
Con contrato hasta 2020, Roberto Martínez, que ha dado una vuelta más a todo este proceso jugando un 3-4-3 aún más ofensivo, el porvenir de los Diablos Rojos aparece brillante.
AFP